Las palmeras, de símbolo de modernidad a escenario de lo aparente

09.12.2021

Sabemos que Sarmiento y toda esa generación tenían una fuerte admiración por el progreso. En el caso de Domingo Sarmiento su espejo eran los Estados Unidos. Admiraba su educación. Por eso decidió importar maestras estadounidenses para los primeros colegios normales que también fueron una emulación de los que había en el norte del continente.

Franco Moccia uno de los grandes conocedores de Sarmiento afirma que él concebía al espacio público como constructor de ciudadanía, soñaba con lograr el ágora de su tan ansiada República que permitiese a la sociedad tener la oportunidad de encuentro, diálogo y discusión. De esta forma, el espacio urbano era para Sarmiento, principalmente, un ámbito formador en sí mismo. Un ejemplo de ello era la necesidad de que existiesen escuelas, pero no de cualquier manera. Esos edificios debían ser distinguidos y resaltar de la trama urbana general. La escuela se debía convertir en el templo más importante del barrio.

En 1871, la epidemia de fiebre amarilla que azotó a Buenos Aires puso en evidencia las precarias condiciones sanitarias en las que se vivía en una ciudad pujante que comenzaba a notar los problemas de concentración y hacinamiento. Buenos Aires en esos años tenía unos 180 mil habitantes de los cuales 15 mil fallecieron por la fiebre amarilla. Si se lo compara con la población actual habrían fallecido unos 250 mil porteños, eso también fue una dura pandemia.

Un ejemplo de esta concepción sarmientina es el Parque Tres de Febrero. Sarmiento había presenciado un proceso similar en Nueva York en plena construcción del Central Park, impulsó la creación del parque como artefacto sanitario, lugar de esparcimiento y escenario de la vida social pero principalmente como formador de ciudadanía. En ese contexto aparecieron las palmeras. Especies exóticas que daban un marco ornamental al ansiado paseo. No fueron colocadas en cualquier lugar, se eligió la entrada al parque y fue bautizada como avenida Las Palmeras, hoy avenida Sarmiento. Cada visitante que asistía al parque se encontraba con esta especie monumental. El efecto paisajístico pretendía la identificación de la obra. La gran transformación urbana con la concreción de parques tenía su fetiche en las palmeras.

Lo mismo pasaría con la revolución del subsuelo. Luego de la fiebre amarilla se decidió realizar importantes inversiones en el tendido de aguas y cloacas. Como grandes hitos se podría destacar que en 1869 se habilita en Buenos Aires el primer sistema de agua corriente del continente americano. Era un sistema que se internaban 600 metros en el Río de la Plata y transportaba el agua, que luego era purificada, y se distribuía a través de máquinas de impulsión y abastecía al 8% de la población. Para 1872 se inaugura el primer reservorio de agua de Buenos Aires, que permitía almacenar 478 m3, En la actual Plaza de los Dos Congresos. El gran hito se daría en 1874 con la colocación de la piedra fundamental de la planta de purificación Recoleta, la primera del país.

Sin embargo, estas grandes obras necesitaban muchas inversiones y no eran visualizadas por la población. En ese contexto se decidió el carácter monumental de los edificios propulsores de agua. El más conocido es el Palacio del Agua, ubicado en la avenida Córdoba y Riobamba de la Ciudad de Buenos Aires. Inaugurado en 1894. Este singular Palacio es uno de los edificios más atractivos y emblemáticos de Buenos Aires. Es una obra única, de arte y de ingeniería: por fuera, una majestuosa fachada de terracota; por dentro, una de las mayores estructuras de hierro fundido del continente. Declarado monumento histórico Nacional en 1989.

Se podría resumir brutalmente que el higienismo de esa época fue con caños por abajo y parques por arriba. Esa conjunción que permitió la modernización de Buenos Aires y la constituyó como farol de Sudamérica. Los monumentos eran la coronación de transformaciones reales, y el valor era justamente el de recordar y rememorar esas obras.

Volvamos ahora a las Palmeras. Algunas ciudades de la Argentina están implantando Palmeras. 150 años después de la iniciativa de Sarmiento. El municipio de Tigre fue el primero, allá por los años 2000. Si bien arregló algunos parques se olvidó de las inversiones en agua y cloaca, donde los últimos datos censales muestran que solo el 15 por ciento de su población accede a este servicio. Hace unos días, el municipio de Comodoro Rivadavia sumó 10 palmeras a su línea de costa, "quedan lindas" afirma su director de parques y paseos, sin saber si aguantaran el agua proveniente del mar de las famosas marejadas.

La meca por excelencia de las Palmeras es la península de Florida o para la foto popular argentina Miami Beach. Allí, se puede apreciar esa combinación entre autos de lujos, altos edificios y el mar cosidos por una hilera de palmeras que coronan el soñado paisaje. Sin embargo, allí se encuentran en crisis. "Las palmeras no secuestran carbono al mismo ritmo que nuestro dosel de árboles nativos y no brindan sombra, no refrescan las calles y aceras para ayudar a contrarrestar el efecto de isla de calor urbano que ofrece el dosel arbóreo", dijo Penni Redford, gerente de cambio climático y resiliencia de la ciudad de West Palm Beach. Tener tantas palmeras no permitirá que estas ciudades manejen el secuestro de carbono tan bien como lo harían con otras variedades de árboles. Para 2050, las palmeras de Miami Beach no deberían representar más del 25% de la población de árboles públicos, según el plan Rising Above.

Los tiempos cambiaron, y para el Plan Verde de Miami, las palmeras representan la no lucha contra el cambio climático. Los arboles no pueden ser solo una cara bonita, deben poder ser resilentes y generan resilencia. Los vendedores de palmeras de estas latitudes todavía no han incorporado los conceptos del cambio climático, más allá que sus ciudades fueron azotadas por fuertes inundaciones. Por ahora para ellos es más importante mostrar el paisaje de modernidad, aunque como vimos le faltan las fuertes obras de infraestructura, la relación del paisaje con el higienismo urbano y ni hablar del resto del paisaje urbano que sigue desolado y a la espera de una modernización real. Colocar las palmeras sin transformar la ciudad es puro maquillaje y efectismo. Emular a Sarmiento es más que plantar Palmeras, es una concepción integral de progreso.

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